viernes, 17 de noviembre de 2017

La triste historia de “Garganta Profunda”, la actriz obligada a los más aberrantes actos


La obligaron a tener relaciones con un perro, y lo peor fue lo que le hicieron cuando intentó salir de ese mundo.

Linda Loveplace nació en 1949 en el Bronx neoyorquino. De padres católicos asistió a un colegio religioso donde al parece recibía burlas de sus compañeras por tener una actitud “mojigata” ante la vida. El día que su padre se jubiló y se mudaron a Florida, las cosas comenzaron a cambiar. La mujer tenía ya 16 años y rápidamente quedó embarazada de un niño que su propia madre dio en adopción… ¡sin decírselo!


La conocida actriz de cine para adultos vivió en un mundo de contradicciones, mentiras y algunas fuertes traiciones. Esta es su vida.

Después de sufrir la repentina perdida de su pequeño hijo, Linda volvió a Nueva York cuando había cumplido 20 años. Aquí conoció a Chuck Traynor, un hombre que le marcó la vida por completo.


Al inicio parecía ser una bonita relación. Él era “delicado” y atento con ella, pero de pronto se volvió un ser humano despiadado y maltratador que la humillaba cada que podía.


Él la obligada a prostituirse o simplemente la “prestaba” a hombres a quienes podía complacer. 


Chuck Traynor fue el culpable de introducirla al mundo pornográfico. Pero, era un mundo tan oscuro que hasta tuvo que grabarse teniendo relaciones con un perro. 


Cuando llegó 1972, Linda se volvió mundialmente famosa por ser la protagonista de “Garganta Profunda”. 


Esta película trataba de una mujer incapaz de tener orgasmos, hasta que descubría que era porque tenía el clítoris en la garganta, una excusa perfecta para que Linda hiciera cumplida demostración de sus especiales dotes para el sexo oral más espectacular.

La cinta se rodó con un presupuesto ridículo pero, cuando el presidente Nixon hizo de su prohibición y de la persecución del protagonista masculino, Harry Reems la catapultó a las salas convencionales y la convirtió en un fenómeno que recaudó más de 50 millones de dólares, algo descomunal para la época, además de despertar la solidaridad de Hollywood. Eso sí, ella no vio ni un dólar: los 1.250 que le correspondían por su actuación se los quedó el enfermo de su esposo.


Años después ella dijo lo siguiente acerca de esa película: 

“Cuando ustedes ven la película Garganta profunda, están viendo cómo soy violada. Es un crimen que se siga mostrando. Tenía una pistola apuntando a mi cabeza todo el tiempo”.


De a pocos,  la bella mujer fue aprovechando su fama para abrirse camino por otros lados de la industria, pero una secuela en 1974, su única cinta no pornográfica, fue un fracaso total. 

Al mismo tiempo, logró divorciarse de Traynor y conoció a su segundo marido, Larry Marchiano (de quien a su vez se divorciaría en 1996), y terminó convertida en una auténtica enemiga de la pornografía, apoyando comités e iniciativas que buscaban prohibirla y mostrándose como el ejemplo vivo de lo destructivo que era dedicarse a ella. 


Desgraciadamente, nada la alejó de la controversia. 

Hubo gente en la industria pornográfica que la apoyaron, pero la mayoría la acusó de atacar después de haberse aprovechado de la situación. Los medios se dedicaron a airear cada detalle sórdido de su vida, intentando poner en duda si verdaderamente hacía las cosas obligada o realmente disfrutaba con las prácticas más extremas.


Por si eso fuera poco Linda dejó en claro lo utilizada que se sintió por el movimiento feminista de la época contando que muchas autoras hicieron dinero publicando libros y arítculos sobre ella, sin ayudarla cuando más lo necesitaba.

La salud tampoco estuvo de su lado. 


Una hepatitis (contraída por una transfusión tras un accidente de tráfico cuando era joven, o por vía sexual) la llevó a someterse a un trasplante de hígado.

Si en algún momento de su carrera hubo glamour, poca huella quedó.


Murió el 22 de abril del 2002, en Denver (Estados Unidos), tras ser desconectada del equipo que la mantenía con vida, tras sufrir un terrible accidente automovilístico. Tenía apenas 53 años. Dejó a su esposo Larry viudo, y a sus dos hijos, quienes estuvieron presentes en el momento de su muerte.  

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